La Guerra Civil se ha considerado como un preludio de la Segunda Guerra
Mundial. La guerra estalló en un momento de fuertes tensiones entre las
potencias fascistas, las democracias y la Unión Soviética. Al fin y al cabo los
bandos enfrentados en ambos conflictos coincidieron en términos ideológicos:
fascismo contra democracia.
El régimen nazi de Hitler en Alemania y el fascista de Mussolini en Italia ayudaron militarmente a los sublevados. Italia colaboró
con aviones y cuarenta mil soldados. Alemania aportó tanques, artillería y
aviación y unos dieciséis mil hombres. El régimen portugués de Salazar colaboró con la aportación de veinte mil voluntarios y facilitando
el paso por su territorio, lo que supuso una ayuda importante. Hay que sumar la
contribución de los cien mil regulares marroquíes. Franco también contó con la colaboración de capitalistas
americanos e ingleses. La ayuda internacional fue decisiva para la victoria de
los nacionales. La República tuvo grandes dificultades para adquirir
suministros y material de guerra debido a la política de no intervención de las
democracias occidentales y al cierre de fronteras. La República contó con ayuda
de la Unión
Soviética, con la participación de unos 35.000 voluntarios de sindicatos y
partidos de izquierda extranjeros que acudieron a luchar contra el fascismo. Además
de su colaboración efectiva, convirtieron la lucha de la República en una causa
universal. En septiembre de 1938, en pleno apogeo de los combates del Ebro, el
gobierno republicano decidió retirar del frente a los voluntarios
internacionales. No les fue fácil volver a sus países: el reaccionario gobierno
francés prohibió a muchos el cruce de la frontera. La guerra se vivió con gran
interés en todo el mundo. Parecía un enfrentamiento ente democracia y fascismo.
La destrucción de Guernica o el asesinato de García Lorca impresionaron a la
opinión mundial, especialmente cuando se expone el Guernica de Picasso en la Exposición Internacional de París de 1937.
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